LA
SINAGOGA
En arameo
"knst" o "knyst" (keneset), que viene a
significar "la congregación religiosa" o
"asamblea". En ellas se reunían para
debatir los asuntos de interés
comunitario, que casi siempre eran de
índole religioso. Hay que decir que en
los siglos siguientes, tras la
destrucción del Templo, la actitud de
los judíos hacia la sinagoga cambió
hasta convertirla en centro de sus
costumbres. Su origen se remonta a la
época del exilio, y surgió como una
forma de reunión para instruir y
comunicar la Torá, los escritos
propiamente judíos, y no perder de vista
las costumbres judías en medio de tanta
influencia extranjera. Es decir, no
tenían originalmente la finalidad de
servir al culto religioso, sino que todo
consistía en una sencilla reunión social
con fines didácticos y de estrechamiento
de lazos comunitarios.
La
sinagoga tenía su propia organización.
Entre los ancianos se elegía a unos
cuantos que se hacían cargo de los
asuntos de la congregación, más un grupo
de funcionarios para atender asuntos
concretos entre los que siempre tenía
que haber: el archisinagogo (archisynagogus)
o presidente de la sinagoga, el
limosnero (gby sdqh) y el ministro de la
sinagoga (hazán).
El
archisinagogo
En arameo
se decía ros ha-keneset. Es el
director del culto. Su responsabilidad
era la de atender al culto público, era
la persona encargada de invitar al
orador idóneo para realizar la lectura,
la plegaria y la predicación. Se solía
escoger para el cargo a alguno de los
ancianos. Igualmente debía vigilar para
que nada impropio pasara en la sinagoga
y es probable que tuviera también a su
cargo el cuidado del edificio (Mc 5,
22.35.36.38; Lc. 8, 49; 13,14).
El
limosnero
En arameo
gby sdqh. Hacía la colecta para
los pobres. Había dos tipos de colectas:
-
el
cestillo de las limosnas semanales (cupa),
del que se tomaba lo necesario para
socorrer a los pobres de la
localidad una vez a la semana.
-
la
bandeja (tmhwy), de la que
cualquier necesitado, especialmente
los extranjeros, podían recibir una
porción diaria. Pero sólo aquellos
que no tuvieran suficiente alimento
para dos comidas al día podían
solicitar esta caridad.
El
ministro de la sinagoga
En arameo
hazán. Su tarea consistía en preparar
los textos sagrados para el servicio y
reponerlos en su lugar una vez
finalizado éste; se encargaba también de
anunciar el comienzo y el final del
sábado o toque de trompeta. Sus tareas
eran muy variadas. Tanto si podía
encargarse de ejecutar el castigo a los
condenados a azotes, como también
dedicarse a enseñar a leer a los niños.
El
lector de las escrituras, el recitador
de la plegaria y el predicador
En arameo
slyh shwr. No había funcionarios
oficiales para estas tareas. Esta labor
se encargaba a uno de la comunidad, o
cada una de las tres tareas a personas
diferentes. También podía recaer en
alguien destacada que estuviera de paso.
Es de este modo como Jesús pudo dirigir
la palabra en muchas ocasiones durante
sus visitas por las poblaciones judías.
Poderes
y actos disciplinarios
En
poblaciones estrictamente judías, la
institución acaparaba todos los poderes.
El poder religioso conllevaba asociado
la autoridad en cuestiones cívicas y
legales, puesto que los judíos no
distinguían entre legislación religiosa
y el resto.
Cuando un
miembro se negaba a someterse al
ordenamiento legal religioso imperante,
y después de varias advertencias, los
ancianos, tras deliberación, decidían la
exclusión de la congregación, aunque hay
que advertir que había de dos tipos:
En
cualquier caso tan solo representaba una
exclusión social, no un castigo físico.
La persona quedaba marcada para siempre
bajo la sospecha y lo normal era que se
le marginara socialmente, lo cual
obligaba a la persona a abandonar su
lugar de origen y a cambiar de
residencia con frecuencia. También le
impedía la entrada en la sinagoga. Para
un judío esto representaba el peor de
los castigos.
El
edificio
Se llamaba
en arameo bet keneset "casa de
reunión".
La
literatura rabínica menciona la
costumbre de edificarlas bien fuera de
las ciudades y cerca de la orilla de un
río o junto al mar, de forma que todos
pudieran realizar la ablución prescrita
antes de tomar parte en el culto; o bien
en el punto más elevado de las ciudades.
En el caso de que ambas costumbres
entraran en conflicto prevalecía la de
la proximidad al agua (tal fue el caso
de la sinagoga que actualmente se
conserva en las ruinas de Cafarnaúm, que
está próxima al lago Tiberiades); o bien
se construían dos sinagogas (como en
Giscala, donde se encuentran restos de
una sinagoga en lo alto de una colina y
otra a sus pies, cerca de un manantial).
Las dos
únicas ruinas de sinagogas que con
seguridad datan de la época de Jesús son
las de Masada y Herodium. Las demás son
casi todas posteriores al siglo III d.C.,
y no nos sirven para formarnos una idea
exacta de cómo eran en tiempos de Jesús.
La sinagoga de Masada, en su forma
original, era un rectángulo de 15x12m
con dos filas de columnas. El pavimento
era de yeso gris. La entrada estaba en
el muro Este; a la sala principal se
llegaba a través de un atrio. Luego los
zelotes hicieron modificaciones. La
sinagoga de Herodium es similar, aunque
parecía tener una menor finalidad
religiosa, dado su emplazamiento.
Su
ornamentación, debido a la prohibición
de realizar representaciones
figurativas, ya fuera de animales o de
personas, debía ser escasa, limitándose
a la representación de los
símbolos
estáticos del mundo judío:
-
Menorá
y/o janucá (candelabros de siete y
nueve brazos respectivamente)
-
Sofar
o cuerno de llamada
-
Lulab
o ramos del día de las tiendas
-
Etrog
o fruta prohibida
-
El
árbol de la vida
-
Maggen
David (estrella de David)
El
mobiliario era muy simple. El principal
objeto era el arca (tybh o rwn)
en el que se guardaban los rollos de la
Torá y otros libros sagrados. Estos
estaban envueltos en lienzos de lino y
cerrados en un estuche (téche).
Aunque sólo se mencionan en época
posterior, es presumible que debían
disponer de un estrado donde hablaban
los lectores y predicadores (béma),
en el que se hallaba colocado un atril
amplio para poder descansar los pesados
rollos. También se mencionan lámparas.
Algunas celebraciones hacían uso de las
luminarias, por lo que no resulta
extraño que hubiera. También se usaban
los cuernos que se hacían sonar el día
de Año Nuevo y trompetas que se usaban
los días de ayuno y al comienzo y final
de cada sábado como señal de aviso.
Referencias tomadas de "Historia del
pueblo judío en tiempos de Jesús; Emil
Schürer. Ediciones Cristiandad. |