La familia tenía una
importancia de primer orden. Para los
judíos la familia siempre ha sido el
centro de su vida. Para los rabinos, el
padre y la madre eran considerados como
“compañeros de Dios en la procreación”,
por ello pensaban que tener hijos era
una obligación, hasta el punto de que
quien faltaba a esa obligación era
considerado como un homicida. Nadie
debía quedar soltero. Un hombre sin
familia era un hombre sin alegría, sin
bendición.
La poligamia era lícita
aunque no estuviera al alcance de todos
por cuestiones económicas; y en la casa
familiar vivían tanto la esposa
principal como las concubinas, los hijos
e hijas de todas ellas y los esclavos.
La vida familiar estaba
organizada según el modelo patriarcal,
es decir, en ella el centro y eje de
todo lo que se hacía era el padre de
familia. Por ello a la familia se le
llamaba habitualmente “la casa del
padre”. El era el señor absoluto, con
pleno derecho a disponer de todo a su
antojo, decidir por su mujer e hijos,
dar toda clase de órdenes y, por
supuesto, a castigar. Podía repudiar a
su mujer y echarla de casa por cualquier
motivo, y en cuanto a los hijos era
también él quien decidía cómo, cuándo y
con quién debían casar tanto los hijos
como las hijas.
Los hijos varones son sus
herederos y las hijas aumentan el
patrimonio con el precio que sus
pretendientes pagan por ellas en los
desposorios.
El grupo familiar
constituía el centro de la vida
religiosa de los israelitas. La fiesta
de Pascua, la celebración religiosa por
antonomasia, se celebraba en familia, en
cada casa. Y algo parecido puede decirse
de la circuncisión, que no era
practicada por un sacerdote, sino por el
cabeza de familia que en ciertas
circunstancias de la vida cotidiana era
considerado como sacerdote y maestro,
que daba culto y enseñaba a los suyos la
Ley del Señor (Proverbios 1,8; 6, 20;
Eclesiástico 7,23-30, 1-13).
Si el cabeza de familia
cometía un delito, fácilmente podía ir a
la cárcel, no solamente él, sino además
su mujer y sus hijos (Mateo 18,25).
También era frecuente que las decisiones
importantes del cabeza de familia fuesen
decisiones de todos los de su casa. Es
más, se pensaba entonces que los pecados
de los padres pasaban de alguna manera a
los hijos (Juan 9, 2-3). Si el delito
era cometido por cualquier otro miembro
de la familia el padre podía expulsar o
incluso poner fin a la vida del miembro
cuyo comportamiento había traído el
deshonor a la familia.
Los hijos varones eran
instruidos directamente por el padre y
además asistían a la sinagoga a estudiar
las Escrituras con los escribas. Las
hijas por el contrario no recibían
ningún tipo de instrucción religiosa, se
suponía que eran incapaces de
comprenderla. (Ver el tema
Mujer)
Divorcio, derecho del
marido
Sólo el marido tenía
derecho a romper el matrimonio exigiendo
el divorcio, era un derecho arbitrario y
caprichoso:
-
Si una mujer salía a la calle sin
cubrirse la cabeza y la cara.
-
Si perdía su tiempo en la calle
hablando con unos y con otros.
-
Si se le quemaba por descuido la
comida
-
Otro motivo podía ser que el
marido descubriera algo torpe en su
mujer
-
Por infidelidad por parte de la
mujer, ya que el adulterio por parte del
hombre no era considerado como tal. |